Es indudable que el
planeta sufre el impacto de la conducta humana, especialmente de las
últimos centenares de años.
Es claro que estas
conductas se arraigan en una perspectiva de las cosas, que
actualmente está fuertemente arraigada en nosotros, aun sin quererlo
y sin ser conscientes de ello
- El ser humano por
encima del resto de seres y elementos.
- Perdida de la noción
que muchas civilizaciones antigüamente tenían, del planeta como ser
vivo, como madre.
- Visión utilitarista
del planeta, la naturaleza como fuente de productos a adquirir.
El acercamiento actual a
la naturaleza, puede darse de varias maneras que aun cerca, nos
mantienen lejos
-Impulsada por
actividades ecologistas, que tienden a hacerlo desde una perspectiva
cognitiva, quizás con la culpa como única emoción acompañante,.
La sensación de DEBER, de nuevas obligaciones que se introducen en
nuestra ajetreada vida.. (hay que reciclar, no desperdiciar el agua,
etc...)
. O bien, cuando nos
acercamos a la naturaleza, cosa que no deja de ser algo deseado por
todos, como sinónimo de descanso o vacaciones.. tendemos a hacerlo
muy equipados, de una manera hiper-PROTEGIDA, trasladando completos
nuestros utensilios de comodidad (tumbonas, neveras, colchones, ..)
Y también puede darse en
actividades muy concretas, como deportes de aventura que requieren muchos artilugios, entrenamiento, cumpliendo METAS y que no
siempre conllevan un cuidado del entorno y la conexión con él, sino a veces todo lo contrario. Basta ver el estado de algunos “campamentos
base” de altas montañas, donde se reúnen las personas que en una
competencia consigo mismos o con otros -quizás sana, quien sabe-
dejan su rastro en la búsqueda por colgarse una simbólica medalla,
o hacerse una foto..
Es evidente que se puede
estar en medio de la naturaleza, sin realmente estar allí, son
conectar con ella.
Poco espacio y poco
tiempo hay en todas estas actividades, para el verdadero
acercamiento.. para que se despierte en nosotros ese sentimiento que
todos alguna vez hemos tenido. Por ejemplo, en la infancia, tumbados
mirando una noche estrellada en silencio, o sumergidos en algún
rincón donde nadie más nos veía, y contemplábamos un espacio
infinito. Ese sentimiento de ser parte, de misterio, de sentirse
pequeñitos, pero también parte de algo grande, y que nos devuelve
en cierta forma la paz, nos recuerda la proporción e importancia
relativa de las cosas.
Y son quizás esos
sentimientos alguna vez percibidos los que no nos dejan olvidar del
todo la importancia del contacto con la naturaleza. La sociedad en
general no lo olvida. Si miramos el tipo de fabtasíoa que rodea la
infancia, observamos la mayoría de juguetes, cuentos infantiles,
dibujos animados, todos repletos de animales. Y acercamos así a los
niños la vida salvaje de una manera, por decirlo de alguna forma,
ridícula. Los niños de 2 y 3 años saben mejor distinguir entre 8 y
10 animales del continente africano, que entre un bicho bola y un
ciempies, o entre un pino y una encina. Y nuestra naturaleza, aquí,
es esa.
Se puede concluir, como
escribe el educador David Sobel que “...debemos permitir que los
niños se acerquen y amen la naturaleza, antes que pedirle que la
salven. Solo se cuida aquello que se ama”
Acercarnos a la naturaleza. ¿ Porque ?
No
solo porque se genera un sentimiento que hará que la protejamos.
Sino porque su daño también nos repercute. Por supuesto en términos
globales, a través de la contaminación, el cambio climático...
pero también de manera directa y concreta, en nuestro día a día.
R.
Louv describe recientemente los efectos del alejamiento del mundo
natural en la infancia, denominándolo Trastorno por Deficit de
Naturaleza. Y aquí me basaré a Heike Freire, escritora del libro
“Educar en verde” que los expone de manera clara y concisa sus
efectos:
-
Pérdida
de espontaneidad y alegría,
acarreada en parte por dificultad en diferenciar lo fundamental de lo
superfluo,
-
Ritmos
alterados: especialmente los niños, en los que la información
no llega de manera instrumental,
vía
reloj o calendarios... No
experimentan casi la oscuridad, la noche. No
experimentamos apenas los cambios de estaciones, intentamos
otorgarles una
temperatura
estable. Los únicos
ritmos temporales que perciben son los
de un breve
día,
horarios que cumplir. Muy
alejados de los ritmos
pausados de lo natural, que se rige por periodos ciclicos, lentos,
que cambian los paisajes,
los frutos que maduran, los climas.
-
Sensibilidad limitada:
El
exceso de estimulación a la que estamos sometidos (a través de
pantallas, letreros, publicidades, juguetes a montones..), su
intensidad, su falta de relación con experiencias directas y su
focalización en la visión cercana y oído, genera que los sentidos
se estrechen fisiológica y psicológicamente. Los cambios continuos
y su rapidez nos obligan a mantener una atención puntual y
secuencial, y una concentración estrecha que nos fatiga, y en los
niños puede manifestarse con irritabilidad, agitación, impulsividad
y dificultad en concentración.
-
Salud física y mental:
La
falta de espacio y el exceso de tecnología en la infancia, genera
falta de movimiento. Además de ser un evidente factor de riesgo para
la obesidad, hay muchos estudios que relacionan de manera directa el
movimiento con la salud, la capacidad de relajarse y el desarrollo
cognitivo, y la destreza motora con la autoestima y la autoconfianza.
Su falta en la infancia genera consecuencias negativas innegables.
¿Porqué
es prioritario en la infancia?
Lamentablemente
hoy en día, viviendo en una ciudad o pueblo, no puede darse
fácilmente que un niño se acerque por su propio pié a una zona
agreste o verde (como quizás si sucedía hace 30 años) . Cada vez
hay menos. Tenemos que propiciar ese acercamiento de los niños a la
naturaleza.
Por
supuesto que ese acercamiento a lo natural puede – y creemos que
debe- darse en muchos ámbitos y momentos diversos., como excursiones
con la familia, con amigos, scouts. Pero incluirlo en el ámbito
educativo -que es de lo que se trata nuestro proyecto y el de todas
las “bosque escuelas”- otorga la posibilidad de un contacto
regular, continuo y -nunca mejor dicho- naturalizarlo en el espíritu
infantil y con ello, todos los beneficios que ésto acarrea.
Como
afirma Heike, no es importante que aprendan a distinguir pronto entre
un petirrojo y un gorrión, sino que tengan la vivencia de su
cercanía. Estamos convencidos de que la manera de los niños de
captar el mundo y aprender no es estudiándolo objetivamente, sino
emocionandose con él.
S.N.
S.N.
No hay comentarios:
Publicar un comentario